Levanto la mirada pero ya nada quedaba, mi rostro pálido despojaba el atardecer de primavera con flores recién caídas del árbol de allá en frente. Que mala suerte me dije hacia mis adentros, desperdicio de belleza, pérdida de ausencia, amor inexplicable, acabado. Cosecha arrancada de raíz hacia 3 semanas. No duró más que eso, engaño bien hecho. Engaño planificado, dejó en penumbras el corazón de aquella doncella, la dama de la hacienda, quien creia ser la reina... lo era sólo de una mentira. Putrefacta vanidad desechable como cartón de reciclaje, lastimadura de ardor permanente, regla inquebrantable quebrada por la vida de un ser irracional. Defecto de fábrica que jamás logró identificar, mejor dicho si lo ha hecho, pero tarde, ya, demasiado tarde. Pum, pum, pan. Fueron los últimos sonidos que se lograron escuchar aquel día, últimas melodías sonar de aquel acordeón que paraba de sonar hacia 1970. Vieja alcantarilla de ratas de la aldea con tubos dirigiéndose hacia la hacienda de aquella señorita. Valle despiadado, señor entumecido en la creencia del ser y parecer algo más que jamás fue nada. Raíz arrancada, sueño destruido, nunca hubo un mañana y poco tiempo para haber habido ayer. Halago hacia la muerte, me inclino con fervor, reverencia y caigo. Ni siquiera adiós ya que nunca existió un Buen día.