No! pero si ¡yo la vi! ella no podía hablarme, pero yo le hablaba y podía escucharme, lo sentía en su mirada. Estaba observando al más allá a través de una ventana de vidrios muy oscuros, efecto del malestar de aquel momento. Y sin embargo, con esperanzas caían lágrimas de sus ojos, yo percibía que era lo que ella intentaba transmitirme. Sin embargo no hacía otra cosa que mirar, mirar más allá de su alrededor, tratando de encontrar una salida, quizás, una salida que jamás iba a ver, algo imposible de vivir. Y yo estaba a su lado, no podés decirme que no la vi, porque ella estaba ahí, en una silla de ruedas, no quería pararse, se veía feliz asi. Después de tanto sacrificio que me hagas estos planteos, no puedo tolerarlo, no ahora, y que si te digo que no está más entre nosotros? y qué si te cuento la verdad de su historia? A caso también mentirías y me dirías que jamás estuvo ahí a caso te animarías a decirmelo? No puedo ser feliz creyendo que ella se encontraba ahí que me escuchaba, que la sentía y que lloraba por mi presencia y no poder hacer nada ? Porqué tuviste que acabar con todas estas cosas, con todos estos deseos de mi más profundo inconciente, porque tuviste que matar la ilusión de aquel invierno, el único recuerdo que me llevaba de ella. Porqué? y decís que mereces algo? Nada, nada voy a darte por el sufrimiento que me toco vivir gracias a vos, que me quitaste la última sensación que me quedaba de pretender que todo estaba bien cuando no lo estaba, una alegría que jamás volverá, algo que nunca voy a poder olvidar. Fue trágica su muerte y ahora debo recordarla porque no me queda nada, nada más por hacer, nada más por decir. Así, se despidió de su hermana, tomó el cianuro que se encontraba en la alacena más alta, escondido detrás de las galletas crocantes y desapareció.